La Reconvención

Finaliza el día y Julio vuelve del trabajo pensando en llamar a su hermano en cuanto llegue a su apartamento.

- Hola. Estoy en casa y voy a recoger la cocina. ¿Te pasas luego y tomamos un café? Que venga Carmen si quiere.

Nacho está conforme con la invitación y llega al apartamento conduciendo su Ford Mondeo. El matrimonio de Ignacio y Carmen no es muy convencional, ninguno de los dos son gente aburrida. Al contrario, son muy alegres y dinámicos. Nacho quizás es más serio en cuanto a las cosas del día a día. Carmen es un poco más descuidada y amiga de la improvisación con la agenda; pero luego se alían proponiéndose alternativamente aventuras o escapadas a algún lugar pintoresco cuando pueden desconectar del trabajo, incluso viajes a otros países. Con o sin su hijo. Lo han educado para que sea un chico independiente aunque no falto de afecto. Carmen y Nacho comparten el gusto por la práctica de deportes, incluso los llamados deportes de riesgo, pero desde hace tiempo se lo toman con calma.

Son una pareja cómplice, amantes y románticos. Ignacio tiene un porte elegante: le gusta cuidar su aspecto físico vestir conjuntado aún con ropa informal. Es de estatura media y complexión delgada. Por otro lado, otro aspecto que a Carmen la ha llegado a inquietar, es que su compañero llama la atención también por su naturalidad y su sentido del humor. Eso es algo que ha muchas mujeres les agrada y a Carmen la a hecho ponerse en guardia. Además, Nacho es sincero y siempre tiene una palabra amable y acorde con cada momento. Pero su mujer no debe preocuparse; Nacho a ama a su pareja y es siempre atento con ella en busca de los besos y abrazos de su compañera. A menudo la agasaja con algún detalle cuando vuelve del trabajo o de viaje: un dulce, flores cogidas ocasionalmente del alguna parte para ponérsela en el pelo, un libro que sabe le gustaría leer…

Carmen es igualmente emotiva y se deshace en atenciones hacia su hombre. Es más intensa y apasionada, la que pone la sal y la pimienta en la relación pues no soporta la rutina. Es una mujer cuidadosa con su aspecto al igual que su compañero y se toma bastante tiempo en el peinado de su melena rubia rizada que lleva siempre suelta cayendo sobre los hombros. Le gusta vestir ropa cómoda y de aspecto informal, con calzado plano la mayor parte del tiempo, siempre que la situación no exija otra cosa: cuando sale para el trabajo se viste según requiera la ocasión; por ejemplo, si hay que ir a una rueda de prensa, cuanto más cómoda, mejor. Delante de la cámara, la situación precisa de más formalidad pero ha llegado a presentar algún espacio con unas discretas deportivas sin sonrojarse.

No están casados y llevan dieciséis años de bonita convivencia con un hijo en común, Manuel, de 15 años.

Se conocieron en su trabajo de reporteros de noticias de un medio de comunicación con cobertura nacional. Por suerte, han podido compaginar sus responsabilidades como padres con las obligaciones de una profesión que les exige gran dedicación: la actualidad exige estar alerta y ya están acostumbrados a que el móvil, siempre pegados al móvil, deshaga los planes particulares. Este vaivén provocado por los acontecimientos noticiables lo asumen con resignación a veces, pero le gusta su trabajo y no lo sufren demasiado. Cuentan con el apoyo de la familia para ayudarles, sobre todo al principio, con la crianza del bebé; los padres de Carmen viven cerca y a Nacho lo suele visitar su madre que se implicó más por ser su único nieto.

También, tanto Ignacio como su compañera convinieron desde el principio en educar al niño en valores de autonomía personal y que aprendiera a relacionarse con otros niños de manera temprana. Además, Manu es un chico que ha crecido sano sin complicaciones más allá de algún catarro puntual y las típicas como el sarampión o unas paperas livianas. Es un chico saludable y deportista. Le gusta practicar baloncesto y atletismo, y juega algunos partillos con los amigos. No está inscrito en ningún club. Va por libre. Pero algún amigo de su padre le ha comentado algunos detalles técnicos interesantes que han observado y que parece prometedor. Nacho no presiona a su hijo; sí le ha dado la posibilidad de apuntarse a campamentos de muchachos donde puede tomar contacto más serio con la disciplina deportiva.

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Llaman a la puerta. Son casi las cinco de la tarde.

- Hola. Pasad, pasad. Ya tengo el café en la mesa; intuí que llegaríais a esta hora. La hora del té ingles.- bromea Julio

- Hemos traído pastas de té, precisamente – ríe Carmen.

- Pues he hecho el café con el molinillo y está fuertecito- se lamenta Julio.- Creo que va a ser una sobremesa bien larga.

Los tres se sientan a una mesa redonda sin mantel. Únicamente está cubierta por un hule transparente para aíslar al mueble de color blanco de cualquier mancha. Ya el anfitrión ha dispuesto las tazas blancas en cada punto donde se sentarán sus invitados. En el centro, un cuenco pequeño tiene los cubitos de azúcar de caña y ha dejado otro plato para las pastas, obsequio de su cuñada.

Julio va planteando en su cabeza la situación que justifica esta cita. No acostumbra a quedar con nadie en su apartamento, a pesar de ser de su propiedad y está bien en dimensiones; siempre prefiere reunirse con la gente fuera de casa. Incluso con la familia. Nacho sabe que esta es una de esas veces que requiere de intimidad.

- ¿Qué pasa, hermano?- le pregunta Nacho en tono suave, observando la cara de preocupación de Julio.

- ¡No sé disimular, joder! Tampoco me extraño porque sabes que no acostumbro a tomarme el café en casa a menos de que quiera apartarme del mundo. Bueno, vamos al grano.

Julio coge aire como si fuera a zambullirse en una piscina.

- Hoy me he encontrado a tu colega Marta.

- ¿Quién?- pregunta Nacho sin caer en la cuenta de quien hablaba.

- Tu compañera la periodista, la que trabaja en tu medio. ¿Hay otra Marta?- dice Julio algo molesto por la aclaración.

- ¡Ah, ya! Sí… la de programa de investigación… ¿qué pasa con ella? ¿Habéis hablado?

- No. Sólo me la encontré en el hospital. Estaba en la consulta en la consulta de Antonio Caneda, el ginecólogo de Carmen.

- ¿Qué pasa ahora? ¡A lo mejor está preñada y ahora tiene menos tiempo para joder al personal!

- ¡Nacho, esa boca!- le regaña Carmen suavemente.

Nacho es un hombre equilibrado y no es de perder los papeles, más bien acostumbra a sopesar lo que va a decir en cada momento aunque en este caso y estando en familia se ha permitido este exabrupto. Además, el comentario no caía en mal lugar. La mirada de Julio es clara, no tiene que esconderse. Carmen ya conoce el asunto y pone sus manos sobre las de su cuñado aportándole su apoyo.

- No hablamos. Sólo la vi al entrar en la consulta. No estaba atento. Buscaba mi despacho y me equivoqué de sitio.

- Bueno, y entonces ¿qué pasa?- pregunta Carmen con dulzura- ya todo aquello se acabó, no?

- Sí, ya todo acabó- contesta Julio en voz baja en un tono de dolor.

El café negro aún sigue humeante y Carmen se levanta para ir a la cocina, tan sólo a un paso de la mesa a la que están sentados. Los hermanos se miran. Nacho va a apremiar a Julio para que acabe con la agonía de su relato pero éste le interrumpe.

- Carmen, si buscas la leche, está en la alacena. Tienes que abrir un brick nuevo. Vuelve al rato con la leche para rellenar las tazas. Julio prefiere el café negro.

- ¡Suéltalo ya! le dice su cuñada con impaciencia. Nos tienes en ascuas. ¿Qué podemos hacer por ti?

- No me atrevo…dice Julio con voz vacilante

- ¡Venga! ¿O tengo que adivinarlo en la bola de cristal?

Al momento a Julio se le dibuja una sonrisa pícara en los labios y asiente con la cabeza.

- ¡Nooo! ¡La madre que te pario! ¿No me digas que estamos aquí para una sesión esotérica? ¡Porque eres familia, si no te cobraba y bien!- bromea Carmen-. Ya sabes lo que tienes que hacer. Tómatelo tranquilo.

Julio se bebe el negro líquido y pone la taza blanca al alcance de la mujer empujándola con el dedo índice lentamente. Ella se asoma al recipiente aún humeante y no tarda en hablar.

- estás preocupado por un conflicto que dejaste en el pasado. Has tratado dejarlo a un lado pero no lo consigues. Persiste tu deseo de recuperar la dicha perdida. Sabes que dejaste cosas pendientes y que no están cerradas en el fondo…ella…te espera.

- ¿Ella? ¿Quien es ella? ¿Mi mujer? ¿A mí?- Julio, indignado, ya no quiere saber nada más.- ¡A mí no! Espera a otro que no soy yo!

- Cálmate, Julio. Escucha. Te he dicho lo que he visto. Amanda no está bien. Desde que te fuiste le cuesta seguir con la vida. Algo debe de aclararse…

- No. ¡Todo quedó claro! No quiso ver más allá de lo que decían. ¡No quiso escucharme y se acabó!

- Seguís siendo marido y mujer. Estáis casados.

- Pues que me pida el divorcio- sentencia Julio-. Ella no tendrá reparos en firmar, si no me quiere ni ver…

- Eso no es así -interrumpe Nacho a su hermano-. No sabes como está ahora. No parece la misma. Tiene la mirada fría y el gesto siempre serio cuando no está de cara a la cámara. Ha perdido esa sonrisa dulce y la chispa de sus ojos. Tú lo recordarás…