Mi Maestra

Tengo la suerte de tenerte como hermano y como amigo,

también a Carmen…

Julio conduce sin reparar demasiado en el trayecto que está tomando de camino a casa. Siente el deseo de aislarse en su apartamento y no pensar. La mirada indiferente de Amanda le ha hecho mucho daño. Ella tenía razón: mejor hubiera sido no haberse reencontrado. No ha podido recibir una bofetada más dolorosa.

Justo pasa por la urbanización donde su hermano tiene su casa: Un hogar, junto a su mujer y su hijo. Una bonita familia con la que afrontar días buenos, días malos, una pequeña comunidad para enfrentarse a los desafíos que te pone la vida. El trampolín que te puede ayudar a impulsarte y encarar cualquier desafío. Nacho y Carmen han sabido conformar una unión fuerte con mucha comunicación y confianza mutua. A pesar de sus trabajos, que les exige mucha dedicación en línea con la demanda informativa, sin embargo, se sondean constantemente para no perder el pulso que les mantiene sanamente unidos. Así se evitan malentendidos y espacios oscuros.

Julio llega a la puerta de la casa de Nacho y Carmen y divisa a media distancia a su cuñada en el jardín que está a punto de entrar en casa. La mujer se gira en un momento, cuando oye el paso de un coche cuyo sonido del motor le es familiar. Julio y Carmen se reconocen de lejos y se saludan con la mano, entonces ella hace un gesto al conductor para que reduzca la marcha mientras se dirige hacia el coche.

- ¿Ya terminaste de trabajar? ¿es temprano, no?

- Sí, bueno… es que hoy no tenía muchas ganas - bromea Julio.

- Pues eso no está bien. Hay que darlo todo cuando se precise y en tu profesión mucho más. La salud es lo más importante, tú lo sabes bien…

- Sí, pero como también acostumbro a decir: la caridad bien entendida, empieza por uno mismo…

A Carmen, ese comentario de Julio le ha sonado como una queja, como si estuviera fastidiado por algo. Entonces le convida a tomar un refresco y que le haga compañía. Hoy comerá sola porque su marido y su hijo no vendrán a casa.

Julio no es capaz de negarse a tener una charla y se queda un rato. Un refresco estaría bien. Aparca delante del chalet y mientras ella recoge los maceteros recién regados y los pone donde no les dé el sol directo.

Ya dentro de la casa, Carmen coge dos latas de refresco de la nevera y se dirige a la mesa de la cocina, una mesa rectangular, en blanco y extensible para dar cabida a más comensales cuando la situación lo requiere. Le da uno de los refrescos a Julio mientras se sienta en un extremo de la mesa enfrente suyo.

- Bueno.- empieza Carmen la conversación- te noto preocupado ¿Es por el trabajo?

- No. El trabajo me cansa a veces, pero no me agobia. Fuera es donde alguna la gente me resulta insoportable.- dice Julio mirando para otro lado.

- No seré yo de esas personas acaso…- pregunta Carmen con su tono burlón.

- Yo a ti no te puedo odiar ni tenerte manía- le confiesa Julio con voz dulce mientras le pone una mano junta a la de ella.- contigo siempre he conectado y me he sentido comprendido y querido. No hay muchas personas como tú.

- Oye, ¿no estarás tratando de tirarme los tejos?- dice mientras le guiña su ojo derecho. Te advierto que con los años me he vuelto muy petarda. - Tú podrás ser peligrosa pero no tienes mala leche. Eres un bicho de cuidado, desde el cariño te lo digo; tú nunca me has dado de lado. Ya sabes… - Pues claro que no.- afirma Carmen con firmeza- yo no miro a la gente por su apariencia ni por sus gustos, sean los que sean, siempre que no me impidan ser yo misma. - Eso me lo enseñaste bien.- afirma Julio con énfasis-. Por eso ya no soporto a los que me miran como un despojo, un algo insignificante. - ¿Me vas a contar quien te ha puesto tan negativo. Tú eres el hombre más dulce, cariñoso, inteligente, trabajador…una joya. Yo no sé cómo no me casé contigo… - Bueno, tú ya lo sabes. Eres demasiado mujer para mí. Yo necesitaba otro nivel… Oye, Nacho no estará por aquí? A ver si nos va a oír y ya es lo que necesitaba para colmar el día…

Carmen suelta una carcajada mientras le toma una mano a Julio y se la oprime con firmeza pero con cariño.

- No hay peligro. Estamos solos y lo estaremos bastante tiempo. El niño está en clase y luego se va casa de un amigo para una tarea. Ya me preparé para estar todo el día sola.

Julio contempla a Carmen con simpatía, como buenos amigos. Muy buenos amigos. Ya hace más de veinte años que se conocen. A comienzos de los 80, llegó a una gran ciudad en la que tenía un propósito claro pero no sabía por dónde empezar, dónde iba a vivir y como iba a apañarse con lo que tuviera que venir. Tenía que buscar una residencia para poder permanecer todo el tiempo que le hiciera falta. Como no contaba con mucho dinero, tenía que buscar algo económico pero que fuera agradable para vivir. Pensó que un piso compartido sería lo mejor. Pero también tiene una parte complicada: compartir un espacio más o menos limitado con gente desconocida. Cada uno de su padre y su madre. Eso fue un primer descubrimiento porque no había salido nunca de su casa y fuera no se consienten las manías o las costumbres con las que vienes maleducado de tu casa.

Encontró un primer alojamiento en un piso con chicas de primer curso de carrera. Unas descerebradas que, salidas del instituto, se creían que estaban ya jugando en primera división y tenían que dar la talla tal como desfasaban: consumían mucha cerveza y estaban más tiempo en la calle, de parranda, que en sus habitaciones leyendo sus apuntes.

Como no estaba muy a gusto con ese ambiente y no veía que fueran gente discreta tuvo que cambiar de vivienda y entonces, mientras buscaba de nuevo en los tablones de la universidad, conoció a Carmen que estaba colocando un reclamo para encontrar una compañera y completar un piso de cuatro habitaciones. En seguida, se pusieron a hablar y en ese momento fueron a ver el piso; una cuarta planta sin ascensor, pero el precio estaba bien y mejor no iba a encontrarlo cerca del centro urbano. Julio, en aquel tiempo otra persona, se decidió al momento y se mudó en cuanto pudo.

Desde ese día, Carmen se convirtió en su mejor guía por la ciudad y su mejor amiga. Tanta confianza le dio que no tardó en contarle el motivo de venir a Barcelona y, como si fuera el asunto más normal del mundo, Carmen se encogió de hombros, hizo una mueca con la boca y dijo: pues me parece muy bien. Eso emocionó a la recién llegada que nunca esperaba tan buena acogida, y mucho menos tan buena disposición al mostrarle su proyecto de vida.

Carmen siempre ha sido una mujer abierta, con una gran capacidad de comprensión, de vivir nuevas experiencias y captar de ellas todo lo bueno que le puedan aportar. De esa forma, resultó ser un gran apoyo para los propósitos de su nueva compañera.

Cuando comenzó el proceso de cambio de género, Carmen fue una colaboradora muy valiosa y valiente que aportaba todo el apoyo que Julio necesitó a cada momento. Sin una pregunta, sin un mal gesto nunca, esa mujer que desbordaba alegría y seguridad fue testigo de todas las fases por las que tuvo que pasar Julio para ser un hombre en todos los aspectos. Buscaron un piso más pequeño y se fueron a vivir juntos.

Julio va adquiriendo con los años las características propias de un hombre, con las hormonas masculinas ajustándose en su cuerpo. Fueron pasando los años y sorteando todos obstáculos de adaptación a su nuevo género; se fue creando una muy profunda conexión entre Carmen y Julio.

Juntos se apoyaban y alentaban cuando tenían algún contratiempo, comían juntos al volver de la universidad y se hacían compañía en las largas noches de estudio. Pero Carmen no mostraba un mayor interés por Julio. Él percibía en Carmen una mujer con mucha personalidad de la que trataba de absorber algo de su temperamento. Una mujer tierna pero segura de si misma, con claridad de ideas y con contundencia para expresarlas.

Muchas veces se sintió tentado por proponerle ser algo más que compañeros de piso pero temía que se destruyera su amistad; eso sería una gran pérdida y no querría que pasara. Carmen parecía ver la inquietud de Julio. Y tal era su complicidad que se dieron consuelo mutuamente cuando nadie más había en sus vidas. A ella no le importaba tener una relación puramente sexual, sin ningún otro compromiso, si así Julio lo necesitaba. De esa manera se lo hizo saber y Julio, que al principio se sintió confundido, tomó la propuesta de Carmen como una muestra de generosidad impagable. Ella le alentaba a explorar su cuerpo y que Julio aprendiera a descubrir el suyo, que supiera que espacios físicos eran los que podían ser mas placenteros y como crear un ambiente íntimo sin carga moral. Todo estaba permitido desde el respeto a sus deseos y capacidades.

Tema musical: La Casa por el Tejado | Fito & Fitipaldis

Y no sólo fue una escuela de caricias y besos. También hubo momentos para fortalecer el alma y aprender a reaccionar a los reveses que podrían venir, por la incomprensión, por la torpeza de los que utilizan a una vida que palpita como una tabla de salvamento cuando las suyas están a la deriva y, en el momento que se sienten en tierra firme, olvidan que o quien los mantuvo a flote.

Su relación no fue más allá de dos años porque, aunque se sentían muy a gusto juntos, no había una mayor atracción. La amistad es más intensa que la generosa sensualidad que pudieran desplegar y fue lo más valioso que los dos disfrutaron y guardaron para siempre.

Cuando Amanda entró en la vida de Julio, Carmen se retiró a un segundo plano permitiendo que su amigo desarrollara su espacio íntimo pero quedando a disposición si se precisaba de su ayuda. Carmen es un ángel en la vida de Julio. Le viene a la memoria las primeras veces que pudo tener de frente a Amanda junto a su mejor amigo y, dejando a un lado cualquier implicación emocional, Carmen vislumbraba que podrían surgir dificultades por la disparidad de caracteres.

- Recuerdo cuando conocí a Amanda- reflexiona Carmen-.Me pareció siempre una mujer seria. Todo lo contrario que tú. No quería decirte nada porque estabas ilusionado pero ella no te pegaba.

- Lo sé. Es algo irracional. No llego a comprender todavía qué fue lo que me llevó a perseguir y querer estar con esa mujer. Y te confieso: todavía me conmuevo cuando pienso en ella.

- Cuando te marchaste la primera vez dijiste que no querías estar con alguien que te anulara, que no te reconociera tal y como eres. Yo te perdí durante mucho tiempo, tal era tu ceguera y tu deseo por ella que te llevó a vivir a su mundo. Pero ahora que eres consciente, debes examinarte y ver que de bueno te dejó. Que aprendiste…

Julio se queda en silencio mirando al vacío, hacia adentro, en su recuerdo de lo vivido con Amanda. Qué le llevó a mezclarse en su vida; a cumplir sus deseos, anteponiéndolos a los suyos. Quizás creía que ella merecía más atención por ser una abnegada profesional a la que admiraba. Quizás por su arrolladora personalidad, su ausencia de duda y su iniciativa para emprender cualquier camino, daba igual a dónde le condujera.

- Hay una cosa que me llevó a no apartarme de Amanda a pesar de sus desplantes y sus palabras desairadas. Una cosa que, creo, nadie más sabe…

- Y qué es?- pregunta Carmen abriendo los ojos ampliamente con gran interés.

- Cuando la conocí no permitía que nadie se le acercara. Era una concha de almeja, una armadura: áspera, fría pero que por dentro latía un corazón herido que buscaba quien la acogiera

- Cómo? No comprendo.

- Amanda tiene la necesidad de encontrar quien le susurre su nombre y comprenda su significado.