Amanda se traga su orgullo y vuelve sobre sus pasos. Piensa que Marta puede morir de un momento a otro y cree que ella puede ser el mejor sujeto con el que compartir lo que le atormenta, y así descargar la conciencia.
- Buenos días, ¿se puede?
- ¿cómo tú por aquí? Pensé que ya no querrías volver a verme.
- Estuve pensando estos días sobre lo ocurrido y creí que no fue justo que presenciaras ese espectáculo que se montó esa mañana.
Marta suelta una carcajada. Hoy está animada, quizás se deba a la medicación que le introdujeron en la intravenosa por la mañana. Le pide a Amanda que se acerque, que se siente a los pies de la cama, para tener más proximidad y poder compartir un momento de conversación más profunda. Amanda, con la mascarilla que cubre perfectamente nariz y boca, accede a la invitación de Marta con prudencia. No teme por ella sino por su amiga: aunque sabe que no le queda mucho de estar entre los vivos, no quisiera ser ella a la última persona que viera antes de partir de este mundo.
- Mira, tú sabes que soy una chismosa sin remedio.-confiesa Marta serenamente- Ese día disfruté. Perdona que lo diga así pero me dejasteis un caudal de información que casi me ahogo de satisfacción.
- Tú nos juntaste a los dos, eres una sinvergüenza- espeta Amanda con enfado- sabías que Julio había vuelto, ¿verdad? ¿para qué nos citaste a los dos aquí?
- Ya te lo dije: buscaba que pudiéramos coincidir los tres. Ya quería haber organizado ese encuentro mucho antes pero en otras circunstancias. Yo supe que Julio había regresado hace casi un mes. Un día, nos tropezamos sin querer en el pasillo del hospital. Iba despistada buscando la consulta de mi médico y colisioné con él. Julio no me rehuyó; incluso accedió a que tomáramos algo mientras hablábamos. Estuvimos más de cinco horas sincerándonos y él me contó su vida antes de su metamorfosis. Sufrió mucho, ¿lo sabes? Para llegar a ser el hombre con el que conviviste tuvo que pasar un largo calvario desde la más tierna infancia.
- No lo sabía. No conozco nada sobre esa versión de su vida. Yo lo conocí hace muchos años y se veía como un hombre genuino. De su infancia, apenas hablamos en todo el tiempo que vivimos juntos. Él nunca me enseñó fotos de cuando era niño ahora que caigo. Decía que se perdieron en un cambio de casa. Se quedaron atrás y no se sabe que fue de ellas. También decía que nunca le gustó que le tomaran fotos cuando era joven. Tampoco de adulto ha querido salir en cámara. Y ahora que lo dices no sé si hizo la mili…
- Pues seguro que no- ríe Marta mirando la cara de confusión de su amiga-. Imagínate: su vida no ha tenido que ser fácil. Cuando era una cría ya sabía que no se sentía una niña, odiaba su apariencia. Me contó que no encontró más apoyo que en su madre durante la etapa de la infancia. En cuanto pudo, inició su cambio de sexo y ha logrado tener una vida normal. Y ahora, piensa el trago amargo al verse de nuevo ante su antigua identidad. Sobre todo por ti…
- ¿Pero qué esperabas? Cuando me enteré del engaño no sabía cómo reaccionar…
- ¡No digas engaño!- se queja Marta- Tú misma admites que no viste nada raro en él, ningún aspecto que te hiciera dudar, ni pensar siquiera que no era un hombre. ¿O sí…?
- No, es verdad… No puedo decir otra cosa…
- Pero sí quedaron cosas por decir…o me equivoco- pregunta Marta con una mirada pícara
- ¿A qué te refieres?- responde Amanda algo molesta.
- El día que Julio y tú coincidisteis en esta habitación hubo una conversación bastante tensa en la que él dijo que se llevó tus temores y tus silencios. Que le enseñaste a tener paciencia, ¿Qué quiso decir?
Amanda coge aire y mira hacia atrás para ver si la puerta está cerrada. Cerrada está. Ahora mira fijamente a su interlocutora y se acomoda a los pies de la cama.
- Julio te contó su historia y creo que es justo que conozcas la mía. No voy a decir que él no viviera un tiempo terrible, pero yo también tengo una biografía con episodios dolorosos, de los que te marcan, con los que es difícil convivir…
- Mandi, me estás poniendo nerviosa. ¿Qué quieres decir?
- Voy a darte un dato de mi vida que sólo dos personas saben… Era en la primera etapa de mi currículum laboral; me vi envuelta en una situación complicada que tiene que ver con mi familia. La empresa familiar estaba teniendo números nefastos y los contactos con los acreedores estaban llenos de malas palabras y amenazas: unas implícitas, otras más evidentes… Muchas veces se le salían sin querer sus temores cuando estábamos comiendo o en la cena…
- Puedes decirme quien era esa persona tan atribulada…- interrumpe Marta totalmente interesada por cada palabra de su amiga.
- No. Eso no te lo diré. Es alguien de mi familia, sólo eso…Prosigo. Una tarde, me llegué a la sede de la empresa porque “esa persona atribulada” me dijo que acudiera a entrevistarme con un cliente. Era ya tarde. No quedaba nadie en las instalaciones, ni siquiera se oía ruido en la imprenta.
- ¿Qué pasó? ¿qué hablaste con aquella persona?- Marta trata que Amanda avance en su relato.
- Aquél hombre venía con quejas a la dirección de la empresa. Le debían dinero. Pero se lo cobró… de otra forma…- concluye Amanda en un hilo de voz y girando la cabeza hacia a un lado
. - ¿Qué estás diciendo?¿Abusó de ti? …¡Qué horror!- exclama Marta llevándose una mano a su garganta.-
- No duró mucho tiempo- reacciona Amanda después de un paréntesis de silencio.
Marta se acerca a su amiga para cogerle la mano y reconfortarla ante ese desagradable recuerdo.
- Cuando se marchó, después de dar un portazo, me encerré en el lavabo… -. En un momento le viene la imagen de ella misma abrazando sus piernas en cuclillas, acunándose, apenas sollozando.
- Pensé ir a la policía y denunciar pero no tenía testigos y no sabía que podía pasar. No se lo conté a nadie, me lo callé y procuré que no se me notara. Aquel familiar que me dejó en aquella situación me preguntó por el encuentro. Le dije que no había logrado ningún acuerdo y nada más. Luego supe al poco tiempo después que cerraron un trato para solucionar el problema que había entre las dos partes y se avinieron el acreedor y el deudor.
Entonces callé por lealtad y traté de vivir de la forma más aparente posible.
Marta está acongojada pero no se reprime el deseo de pedir que le siga contando otros elementos de su vida.
- ¿con qué edad te pasó aquello?
- Tenía 22 años. – repone Amanda secamente.
- Entonces estabas en la Universidad y estabas empezando a trabajar. Ya me acuerdo de aquel tiempo en el que ya coincidíamos en la profesión. Eras entonces muy rigurosa en tu trabajo y no te extendías en el trato con los compañeros más allá de lo relacionado con el periodismo, estrictamente.
- Pues sí, pero de mi trabajo surgió un chico que entonces trabajaba como ayudante de iluminación en las instalaciones de la televisión. Era un joven muy normal físicamente, muy dicharachero, siempre tenía alguna anécdota que contar de sus andanzas en el barrio donde vivía. Pero a mí me engatusó con sus atenciones, trayendo café para la redacción, y recuerdo que ponía mucha intención cuando me ofrecía la bebida. Estuvo mucho tiempo pendiente de mí, siempre buscando alguna excusa para estar juntos.
- Y a ti eso te gustaba o no?
Amanda, que ha hecho esa mirada retrospectiva sobre los primeros encuentros con su marido con cierta emoción, ahora se refrena en ese sentimiento y cambia su semblante para aparecer más neutral ante la pregunta incisiva de Marta. Se toma su tiempo para responder porque sabe que lo que viene después es otra la pregunta: qué fue lo que le llevó a contraer matrimonio sin apenas conocer bien a su compañero. Pero en su orgullo no cabe que la acorralen y no dé la cara. Opta por continuar contándole toda la historia.
- Por aquel tiempo yo estaba en una relación con otra persona y al principio no le hacía caso. Poco tiempo después, cuando se acabó aquella relación y me vi libre de nuevo le presté atención y acepté algunas propuestas de compartir momentos de ocio. Yo procuraba quedar en sitios donde hubiera gente conocida y que me vieran. Quería tener testigos que me dieran respaldo, aunque cada cual va a lo suyo…
Pero no me has contestado a la pregunta- insiste Marta.
- Al principio no me fijé en el físico. Ya te digo que no me pareció extraordinario por su apariencia.
- Entonces lo percibiste como un hombre como los demás. No viste algo extraño, que te chocara en su físico.
- Yo no sabía quién era realmente. Su figura no me hizo sospechar que era, como decirlo, una mujer metamorfoseada en hombre.
- ¡¡Amanda!!, ¡no puedo creer lo que acabo de oir de tus labios!- Marta está indignada totalmente- ¿¡que no entiendes que esa persona tuvo que pasar por una batalla personal para ganar su derecho a su identidad!? ¿Que para abrirse paso en la vida a tenido que lidiar con el rechazo incluso de parte de su familia, con la que ni siquiera tiene contacto?
- Veo que no me has entendido cuando te he contado lo que me pasó. Todos tenemos cosas que nos obligan a aguantar el cirio que nos toca: Yo callé lo que me pasó porque hubiera sido rechazada o, cuanto menos, mal vista por todo el mundo en el trabajo si hubiera trascendido el incidente. Pero si se hubiera sabido ya te digo que nada sería igual. No soy peor que nadie.
- ¿No guardas, por lo menos, algo del sentimiento del afecto que te unió a ese hombre? ¿no quieres tratar de comprender su posición? ya que sabes lo difícil que es seguir adelante después de un una situación traumática.
- Yo si me sinceré con él…Vale…tardé bastante tiempo. Estuvimos mucho tiempo sin dormir juntos, en la misma cama, después de la boda…
- ¡¿No tuvisteis relaciones después de casados?!- exclama Marta abriendo ampliamente sus ojos negros.- ¿pero no confiaste en él como para dar el paso de vivir juntos?
- No me sentía cómoda cuando me rodeaba con sus brazos y me estremecía en los momentos que estábamos a solas. Pero por el contrario, me agradaba estar en conversación con él. Me acogía con delicadeza, hablando con normalidad y sin hacerse pesado. Lo admito, me inspiraba confianza. Se acercaba con naturalidad como si no tuviera más intención que una verdadera amistad, sin más. Me dio bastante espacio, pero al mismo tiempo, me demostraba un vivo interés por compartir una relación más íntima. Me enganchó la ternura de sus palabras que desprendían verdad. Pero ahora… ¿qué es lo que ha pasado? ¿cómo queda todo lo que hemos vivido? ¿Quién es Julio?
- Yo pienso que no tiene sentido que juzgues a Julio con esa dureza. Te recuerdo lo que me acabas de reconocer en tus propias palabras. Es el miedo al rechazo, por lo insensible de gentes que no respetan la diferencia, por no solidarizarse con la tragedia del otro…